El físico y cosmólogo británico Stephen Hawking, quien murió este miércoles a los 76 años, se volvió famoso por sus teorías sobre el funcionamiento de los agujeros negros y sobre cómo estas singularidades ayudan a explicar el universo.
El autor de “Breve historia del tiempo”, uno de los mayores best-sellers de divulgación científica de la historia, era respetado y admirado por la mayoría de sus ideas.
Pero un día tuvo que reconocer que uno de sus postulados estaba errado.
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Hawking presentó su primer gran avance teórico en 1970, cuando junto al matemático Roger Penrose explicó la importancia de los agujeros negros para entender el comienzo -y fin- del universo.
Planteó que una singularidad similar, una región de curvatura infinita en el espacio-tiempo, estuvo en el origen del cosmos: el punto en el que se produjo el Big Bang.
Y en 1974 el científico británico dio un paso más allá: valiéndose de la física cuántica -la que explica el comportamiento de las partículas subatómicas-, concluyó que los agujeros negros emitían radiación (calor) antes de dejar de existir.
Según Hawking, en el caso de los agujeros negros de gran tamaño este proceso es extremadamente lento, mientras que en los más pequeños la emisión de calor es “espectacular” y puede acabar enuna explosión de energía equivalente a un millón de bombas de hidrógeno de un megatón cada una.
Su idea de que los agujeros negros irradian calor generó un acalorado debate en la cosmología moderna, entre otras cosas porque el físico británico sostenía que si un agujero negro se “evaporaba”, toda la información que había caído a su interior durante su existencia se perdería para siempre.
Esto contradecía las leyes básicas de la mecánica cuántica y muchos de sus colegas estaban en desacuerdo.
Un apuesta, una confesión de pub
Su detractor más famoso era el profesor de física teórica John Preskill, del Instituto de Tecnología de California (Caltech).
Preskill le apostó a Hawking y al premio de Física 2017 Nobel Kip Thorne -también del Caltech y quien apoyaba la teoría del físico británico- que la idea era errónea. El perdedor debía darle al ganador una enciclopedia de su gusto “cuya información pudiera ser recuperada a voluntad”.
En 2004 Hawking aceptó que perdió la apuesta, tras darle un nuevo giro a su explicación de lo que ocurría en los agujeros negros: que el horizonte de estas singularidades fluctuaba y, por lo tanto, dejaba escapar información.
Marika Taylor, una exalumna de Hawking y actual profesora de física teórica de la Universidad de Southampton, en Reino Unido, le recordó al diario británico The Guardiancómo fue ese día en que Hawking se retractó.
Contó que el profesor estaba discutiendo su trabajo con ella y otros estudiantes en un pub de Oxford y que de pronto subió al máximo el volumen de su sintetizador de voz.
“¡Voy a hablar!”, anunció. Todos los parroquianos se dieron vuelta y lo miraron. Hawking luego bajó el volumen de su aparato y declaró: “Admito que la pérdida de información no ocurre“.
Según Taylor, este episodio no sólo mostró la humildad de Hawking, sino también su gran sentido del humor.
El físico luego contó que le envió a Preskill un ejemplar de “Béisbol total. La enciclopedia definitiva del béisbol”. Y bromeó: “Aunque quizás debí darle las cenizas de esa obra”.
Thorne, en cambio, se negó a pagar la apuesta porque no estaba convencido de la explicación de Hawking.