Es curioso cómo algunas imágenes se quedan grabadas en la cabeza. Han pasado ocho años desde la última entrega de Harry Potter, pero aún seguimos viendo a Daniel Radcliffe(Londres, 1989) como un niño. Su barba resulta rara y dan ganas de afearle los cigarrillos que fuma cada poco. Ni el tiempo ni su determinación consiguen borrar ese aire de primero de la clase que rodea al actor. De hecho, llega al estudio del este de Londres donde tiene lugar esta entrevista y la sesión de fotos con los deberes hechos: una playlistde música indie (prepara una diferente para cada sesión) y las referencias fotográficas bien aprendidas.
“Cuando James Dean se levantó el cuello de la chaqueta en Times Square sabía perfectamente que en las siguientes décadas sería imitado. Dean: tres películas, dos nominaciones al Oscar. Nada mal”, comenta al fotógrafo Matthew Brookes mientras repite el gesto frente al objetivo. Radcliffe aún no ha sido nominado, pero nadie puede acusarle de conformista. Ha interpretado a un cadáver flatulento y con priapismo, a un neonazi, al poeta beatnik Allen Ginsberg; se ha desnudado en los escenarios de Londres. Pero es difícil que cualquier proyecto iguale al niño mago, una de las sagas cinematográficas con más éxito de la historia.
Es una lotería, y una condena. Se dice que la franquicia le ha procurado una fortuna de 84 millones de euros, pero sus trabajos posteriores han tenido tan poca repercusión que se ha hablado de “La maldición de Harry Potter”. Pero él sigue a lo suyo. Presentándose a todos y cada uno de los miembros del equipo de la sesión de fotos para ICON con un “hola, soy Dan”, como si no estuviésemos allí por él. Y trabajando en lo que le da la santa gana.
Su nueva aventura cinematográfica es La jungla (sin fecha de estreno todavía), la historia real de un israelí perdido en 1981 en la selva amazónica. El rodaje fue bastante complicado. Cámaras transportadas a lomos de burros por la jungla colombiana y Radcliffe adelgazando hasta quedarse en los huesos.
¿Costó recuperarse del rodaje? Cuando pierdes tanto peso, pasan cosas raras. Te empiezan a decir lo bien que estás. Y aunque sean comentarios bienintencionados, te confundes y crees que siempre has de estar así de delgado. Mentalmente cuesta reajustarse. Pero en el fondo es muy satisfactorio usar la energía física, agotarse en un rodaje, algo que no experimento a menudo como actor.
Le van los retos. Existen retos específicos, como imitar acentos o aprender a bailar, pero el mayor es mantener la fe en lo que hago y en cómo dirijo mi carrera.
¿Cómo elige sus proyectos? El guion tiene que gustarme y he de pensar que voy a pasarlo bien en el rodaje. Entonces lo hago, porque, la verdad, puedo escoger. La mayoría de mis amigos actores no tienen otra opción que aceptar un guion de mierda si pagan bien. Es agradable no estar en su posición.
¿Y qué le atrajo de La jungla? Me pareció muy conmovedor lo difícil que resulta que alguien se deje morir. Ya sea en la guerra, o en regímenes tiránicos, es difícil hacer que alguien deje de intentar vivir. Dice mucho sobre el espíritu humano.
¿Es larga la sombra de Potter? El único momento en el que me afecta es cuando interpreto a un personaje con gafas. Necesito 30 modelos diferentes para elegir y asegurarme de que son muy cuadradas, no redondas como las de Harry.
¿Echa de menos la espontaneidad o la aventura? No lo sé, nunca las he experimentado, así que no puedo extrañarlas. No me quejo. Es lo mismo que cuando me preguntan si no me arrepiento de no haber ido a la Universidad. Quizás no pueda marcharme mañana mismo de mochilero por Asia, como hacen mis amigos, pero también vivo muchas cosas guais que ellos nunca experimentarán.
Además, deben reconocerle en todas partes. Sí, sí, ¡siempre! Cuando alguien me dice “ven, nadie sabrá quién eres”, pienso: “Aún no he visitado ese lugar”. Digamos que soy bastante famoso.
¿Qué es lo que más le apasiona de su trabajo? Cuando una película va bien, te sientes parte de un equipo y es muy emocionante. Siempre recomiendo a los actores que empiezan que no se vean como alguien independiente. Lo pasas mucho mejor colaborando.
Radcliffe habla muy rápido y con mucho entusiasmo. Tiene una mirada enorme e intensa, y está acompañado de su agente, Vanessa Davies; su asistente personal, Spencer Solomon, que empezó a trabajar con él como su profesor de baile en su primer musical de Broadway, y Sam (así, sin apellido), su guardaespaldas, que luce un físico de estrella de cine. Ahí están siempre, ayudándole discretamente. “Somos una familia, odiamos la idea del séquito”, dice Davies, a la que Daniel conoce desde que tiene diez años. “No le gusta nada que le doren la píldora”, continúa. “Muchos actores, sobre todo los jóvenes, necesitan elogios y que les den siempre la razón, pero Dan no es inseguro”.
Dicen los que le conocen que valora la honestidad. A no ser que tengas tanto talento como las hermanas Fanning, si empiezas tan joven como yo no vas a mejorar profesionalmente si no recibes críticas.
¿Entonces hace caso de las reseñas? Solía leer los comentarios en Internet, aunque mentía sobre ello todo el rato. En cada entrevista insistía en que no, pero lo hacía, no sé muy bien por qué. Paré hace dos años y soy más feliz. Aunque una película tenga un 99 % de buenas críticas, es la única mala la que se te queda grabada. Ahora sé que lo único que puedo controlar es lo que hago en el plató. Es liberador saber que hay haters que te odian sin razón y que hagas lo que hagas nunca cambiarán de opinión.
¿Qué es eso de “el test Michael Fassbender”? ¡Fue hace algún tiempo! Un amigo director y yo estábamos debatiendo si hacer un anuncio relacionado con el filme que acabábamos de rodar. Nos hubiera dado publicidad, pero él dijo: “¿Ves a Fassbender haciendo eso?”. La respuesta fue “no”, y no lo hicimos. Admiro la manera en la que Michael Fassbender ha construido su carrera.
¿Admira a algún actor joven? Christian Bale: nos olvidamos que estaba trabajando con Spielberg a los nueve años. Elijah Wood, Tobey Maguire o Jodie Foster. Siento un gran respeto y admiración por todo el que empieza joven y recibe un montón de mierda, como Miley Cyrus.
Si alguien quiere el morbo de historias de juguetes rotos, que no lo busque en Radcliffe. El actor es un tipo con la cabeza bien amueblada, un entorno estable, y sin más vicios que el café cargado y el tabaco. Dejó el alcohol tras la última entrega de Potter, porque le hacía cambiar (a quién no) y, según él mismo, se le fue la mano con la bebida durante el rodaje.
¿Cómo fue su transición a la madurez profesional? Tuve suerte. Hay casos como el de Lindsay Lohan o Macaulay Culkin en los que ves que durante una etapa tenían que entender qué significa no ser niño ni adulto. A mí me ayudó que amo la profesión. Hay otros actores jóvenes que se han convertido de golpe en el miembro de su familia con más dinero y los demás viven de ellos. A los 18 años no saben si seguir actuando porque les gusta o porque tienen a seis personas que dependen de ellos. Mis padres tenían trabajo propio y, además, hasta en mis peores momentos adolescentes disfrutaba trabajando. Esa fue mi salvación.
Su madre nunca le desveló cuánto dinero ganaba usted. Hasta que cumplí 19 años no me lo dijo. Sabía que me pagaban bien, básicamente porque todos los periodistas me preguntaban qué hacía con tanto dinero. Mi madre tomó una buena decisión.
Y ahí va la pregunta: ¿en qué se lo gasta ahora? Lo invierto, porque me han dicho que no lo deje en el banco. Compro libros. A veces, alguno antiguo. Podría gastarme mucho dinero en libros raros del siglo XIV. No tengo coche, pero compro muchos billetes de avión porque mi novia vive en Estados Unidos [lleva seis años saliendo con la actriz Erin Darke] y nunca estamos más de tres semanas sin vernos.
¿Cómo ha vivido el escándalo de Harvey Wenstein? Estoy asqueado y admiro a las mujeres que han denunciado. Lo veo como parte de un problema más amplio en el cine. Cuando algunos profesionales llegan a un cierto nivel, piensan que pueden hacer lo que quieren sin tener que rendir cuentas a nadie. Espero que nadie vuelva a creerlo.
¿Conoce a Wenstein? Nunca he trabajado con él, pero amigas actrices decían que da mucha grima. Todo el mundo sabía que Harvey era un bully [abusón]. Mi padre, exagente de actores, contaba que su asistente vivía aterrorizado. Pero, lamentablemente, las historias de profesionales que tratan mal a otros son habituales en la industria. La cultura de acoso sexual es la misma que permite que a los actores se les vaya la olla y lancen cosas a los asistentes de dirección o que traten mal a sus propios colegas. Espero que esto contribuya a destruir esa estúpida jerarquía. Hay que dejar de alabar a actores, directores y productores que se creen superiores al resto.
¿Cómo era usted de niño? Algo cuadriculado. Regañaba a los niños que hacían muecas a la cámara, porque hacían perder el tiempo al equipo. La única vez que me porté mal fue cuando me reí de un chaval que vino a un casting para el papel de Malfoy y dijo su nombre a lo James Bond. ¡Se me escapó una carcajada mientras él hacía la audición! Aún me siento culpable.
¿Qué quiere hacer a partir de ahora? Estoy rodando una comedia, la serie de televisión Miracle workers, tengo ganas de que el público me vea en ese registro. He escrito guiones que espero llevar a cabo en los próximos dos años. Trabajo en una adaptación con un par de amigos. Y espero dedicarme a dirigir. He trabajado con muy buenos directores y espero hacer lo mismo con otros actores.